Esta semana he tenido la suerte de poder asistir a una jornada de formación organizada para profesores de colegios de la Compañía de Jesús. La jornada, de unas 16 horas divididas en 4 sesiones mañana y tarde, versaba sobre la metodología llamada PBL (Problem-based learning).
Evidentemente, todos partíamos de nuestra experiencia personal en un tema donde no teníamos apenas conocimientos. La metodología del curso nos desconcertó un poco al principio, dado que nos convertimos en alumnos resolviendo un par de PBLs, para descubrir, por nosotros mismos, cómo se ve esta forma de trabajar desde un punto de vista que no solemos tener, el del alumno.
Durante la jornada resolvimos, o intentamos resolver, dos retos. Pertrechados con nuestros portátiles y tablets, la composición de los grupos fue debidamente diseñada según perfiles personales, la diferencia la marcó la utilización de herramientas colaborativas.
La utilización, por parte de un grupo, de herramientas que están encerradas en sus dispositivos, hace muy difícil la colaboración en tiempo real. Lo que uno hace no lo ven los otros hasta que no se paran todos y se pone en común lo realizado.
La utilización de herramientas que permiten el trabajo en tiempo real de varias personas, que permite que todos trabajen y vean el trabajo de los demás, marca la diferencia en momentos en que el tiempo para la consecución de los objetivos es limitado.
Además, estas herramientas también permiten compartir los resultados con mayor facilidad con personas ajenas al equipo de trabajo, haciendo que compartir el conocimiento sea más sencillo.
Aquí, nuestro PechaKucha, hecho en GDrive, claro.
Hace unas semanas Alberto hacía referencia a la utilización de herramientas colaborativas por parte de los alumnos en clase.
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