Educación integral

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Sobre la educación de competencias, tan viejo como la misma educación...

El excesivo énfasis que se pone en los aspectos cognoscitivos del aprendizaje contradice el objetivo de la educación integral, descuidando otras dimensiones de la personalidad como la social, la ético-moral, la afectivo-emocional, la formación del pensamiento (apenas se enseña a pensar) o el desarrollo de la sensibilidad artística. Cualquier medio informativo puede competir con la escuela en su tradicional función de transmitir conocimientos. El maestro debe despertar las inteligencias, capacidades, conciencias y actitudes.

Se trata de afrontar juntos la necesidad de aprender a formarse como personas responsables, autónomas y socialmente útiles. Lo que implica también una respuesta moral y activa ante los acontecimientos, un pronunciamiento que obliga a ver, a profundizar investigando la realidad, renombrándola, construyendo simultáneamente ese aprendizaje vivo... que inclina a tomar postura ante los conocimientos.

Hay que enseñar a los estudiantes a pensar bien y por si mismos, que aprendan a distinguir, entre otras cosas, las buenas de las malas razones, los pensamientos claros de los confusos o desacertados, la verdad de la mentira, la realidad de la fantasía, los hechos objetivos de las simples opiniones, la sinceridad de la hipocresía...

A través de la educación se transmiten valores que hacen posible la convivencia, determinando una forma particular de entender la sociedad..., pero igualmente son innegables los cambios sociales debidos a procesos educativos que han encauzado anhelos transformadores que han mejorado la calidad de vida de las personas y los pueblos. La educación, por tanto, se mueve entre la utopía y la reproducción social, entre su dimensión conservadora y los ideales progresistas de cada sociedad. Y el asunto no es educar en valores, sino en cuáles y cómo.

Alfonso Díez Prieto, en Escuela Española nº 3519, 20/12/2001


Vía: Web de Pere Marqués

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